Cuento de un Joven Cazador

Un joven cazador

Voy a contar las aventuras de un joven que fue a trabajar para un hombre rico.

Al jovencito le gustaba mucho ir de cacería con su perrito.  Un día el rico le dijo al joven que fuera a trabajar con él.  Le dijo:

—Hazme el favor de ir a pizcar mi mazorca hoy  —le dijo el rico al joven.

Entonces el joven le contestó:

—No puedo trabajar para otra persona porque tengo otro trabajo.  Mi trabajo es cazar, tengo un perrito al que le gusta cazar animales.

Entonces el rico le contestó:

—¿Por qué no haces todo lo posible para trabajar conmigo hoy? Es que se va a echar a perder mi mazorca si empieza a llover.

Entonces el joven le contestó:

—Ni siquiera puedo ir al monte porque mi perro luego luego busca animales para cazarlos
—dijo el joven.

Pero por fin se convenció el joven de que debía ir a pizcar las mazorcas del señor rico,  y le dijo lo siguiente:

—Sí, está bien, iré a pizcar tu mazorca hoy,  pero no me digas nada si mi perro empieza a perseguir a los animales en el monte.

Y fue a pizcar las mazorcas del rico. Apenas había empezado el joven a pizcar cuando su perro empezó a ladrar.  Entonces le dijo al rico:

—Mira —dijo—, te dije cuando me vine que mi perro no me permitiría trabajar.  Ya empezó a perseguir a los animales otra vez.

Entonces el señor rico le contestó:

—Vete mejor a donde está ladrando tu perro —dijo el rico— porque si no vas, puede ser que después el perro ya no va a quiera buscar animales.

Entonces el joven se fue a donde estaba ladrando el perro.  Cuando llegó donde estaba ladrando el perro, vio que el perro estaba dentro de un hoyo.  Entonces el joven comenzó a escarbar el hoyo con su amigo que venía con él.  El perro no dejaba que el joven escarbara porque él estaba metido en el hoyo mordiendo la cola del animal que estaba allí. Finalmente los jóvenes lograron sacar al animal cuando terminaron de escarbar. Y cuando lo sacaron, la cola de aquel animal estaba pelóna.

Los jóvenes estaban muy contentos pensando que habían cazado un armadillo porque su perro nada más cazaba animales grandes; era la primera vez que cazaba ese tipo de animal.

Entonces los jóvenes se llevaron a ese animal.  En el camino el dueño del perro le preguntó al otro joven:

—¿En dónde aliñaremos este animal?
—dijo.

Entonces el otro le contestó:

—En tu casa porque tú eres el dueño del perro —dijo.

Entonces llevaron el animal a la casa del joven que era el dueño del perro.  Cuando llegaron, comenzaron a aliñar al animal.  Cuando terminaron de aliñarlo, el dueño del perro le dio la mitad del animal al otro joven.

La mamá del joven cazador no se encontraba en casa ese día para cocinar esa carne.  Por eso, el joven no sabía qué ingredientes echarle al caldo de armadillo.  Entonces se fue a preguntarle a su vecina:

—¿Qué ingredientes se echan en el caldo de armadillo?

Entonces le contestó la vecina:

—Hay dos maneras de preparar el caldo de armadillo —dijo—.  Una es poner a asar la carne en la lumbre y luego se hace caldo con masa y se le echa la hoja de aguacatillo.  O si no te gusta así, puedes cocinar la carne y echarle hierba santa —dijo esa mujer.

Luego dijo otra vez la señora:

—Mejor voy a ir a tu casa para cocinar la carne yo misma —dijo.

Entonces se fue esa señora a la casa del joven llevando todos los ingredientes que se le echan al caldo de armadillo.  Entonces cuando llegó, dijo:

—Quiero comprar un kilo de esa carne para hacer la comida de los maestros —dijo—. Porque hoy no conseguí carne.

Cuando esa mujer vio la carne, ¡qué sorpresa!  ¡Era carne de tlacuache la que estaba en el traste!  Porque estaba toda la cola del tlacuache en el traste y era pelona.  Entonces la señora le dijo al joven:

—Esta carne es de tlacuache —dijo—; se nota por la cola.  Entonces le contestó el joven:

—La cola estaba pelona porque el perro se la peló cuando estaba en un hoyo —dijo.

Entonces dijo esa señora:

—De todos modos voy a comprar la carne; eso no se va a notar.  Voy a decirles a los maestros que es carne de tejón.

Entonces la señora compró toda esa carne, e hizo la comida de los maestros.  Entonces los maestros dijeron cuando estaban comiendo la carne:

—¡Qué sabrosa es la carne de tejón!

A mucha gente le gustaba el perro que cazaba animales.  Mucha gente quería comprarlo.  Por fin el joven lo vendió porque con ese perro no podía trabajar.  La persona que lo compró era un poco floja y amarraba al perro cuando se iba al campo.  Un día sucedió que cuando el perro estaba amarrado, llegó un animal y lo mató.  Así termina el cuento del joven cazador.

 

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